Era un mar o era un cielo, al principio no se puede
distinguir.
Primero fui un rostro
y después unas manos, y a la distancia otro pulso pude notar. Realmente
aparecimos de la nada, como materia y luz chorreando del Big Bang. Primero fui
un rostro y después una voz. Así, fue el beso antes que la palabra, y el
instinto le sucedió a la timidez. Existirá por siempre esa primera noche en el
laberinto del recuerdo.
No es el primer viaje, pero este lugar es nuevo para mí.
Ella dibuja un mapa y cobija una fe. Su risa es el manto y
la pasión es su cruz.
Yo camino a su lado y descubro la flor. No es otro mundo
sino otro tiempo. Solo ella lo sabe y me entiende.
Antes se perdió ella en ese bosque, en aquella cueva …
Luego, viajé yo a buscarla; con temor atravesé el último
crepúsculo y la encontré en esa primera noche.